miércoles, 25 de julio de 2012

El instante preciso


El instante preciso, una pintura de Villalta
En la última entrada de mi blog mencioné a Guillermo Pérez Villalta. La figura de este singular artista andaluz no deja de fascinarme. En un blog de arquitectura como este no podía dejar de hablar de él. Porque Pérez Villalta comenzó siendo arquitecto, o al menos intentándolo, porque que yo conozca el único edificio que ha llegado a construir es el maravilloso Kursaal de Algeciras. Pero finalmente se resignó a ser arquitecto de interiores, y digo de interiores porque su obra pictórica y escultórica no deja de representar las interioridades más especiales del ser humano y, en concreto, las suyas propias. La arquitectura está muy presente en su pintura, sobre todo aquella que hace referencia a la época grecolatina. Un capitel dórico por aqui, un mosaico romano por allá... Todo es clasicismo en su contemporánea obra. 

Pero Villalta, además de arquitecto y pintor es escultor. Y hay una obra suya que no deja de sorprenderme. "El instante preciso" ha pasado por los tres estados del arte: pintura, escultura y arquitectura. Comenzó siendo una idea reflejada sobre el lienzo. De  la tela al bronce. De pintura se convirtió en escultura y, como tal, corona el Ayuntamiento de Granada. 
Escultura de Pérez Villalta en el Ayuntamiento de Granada
Se trata de una escultura ecuestre que corona la fachada del Consistorio de la capital del Darro. Un hombre desnudo, con los ojos vendados, cuyo rostro (no su atlético cuerpo) recuerda mucho al del propio Pérez Villalta. El artista gusta de autorretratarse idealizándose en sus obras. Con una mano sostiene una bola dorada y con la otra las riendas de un caballo . La cola al vuelo, una pata alzada, otras dos en inestable posición sobre dos esferas. ¿Qué representa tan misteriosa escultura?
El propio artista tarifeño dice que representa "un momento de felicidad plena". ¿Es ciega la felicidad? Sin duda la prosperidad plena está condicionada por una ceguera, aunque sea parcial. Aquella que nos hace centrarnos en un aspecto positivo lo suficientemente intenso que bloquea lo negativo. La bola dorada del misterioso personaje bien podría representar esa anhelada felicidad. Pero el propio nombre de la obra "el instante preciso" ya nos da una pista. La felicidad no es para siempre, solo dura un instante preciso. Y ese jinete, que muestra orgulloso al mundo la causa de su contento, puede resbalar solo un segundo después porque su caballo no logre mantener el equilibrio sobre las inestables esferas. Pero ese instante, ese preciso instante es tan bello, que no somos capaces de renunciar a él. Podemos caer una y otra vez del caballo, pero  nos volveremos a montar sobre él, sabiendo que su equilibrio siempre será inestable. 
Bajo la escultura hay un reloj con una inscripción que nos da la clave de todo: "Feliz quien ve sus horas en dorado presente". Así que, seamos un poco ciegos, no miremos hacia atrás, tampoco nos agobiemos por el futuro. Vivamos el presente, el momento. Pero¿vale la pena aunque solo sea un instante preciso?

lunes, 23 de julio de 2012

Discordia

Discordia es lo contrario de concordia. La Real Academia de la Lengua la define como "oposición, desavenencia de voluntades u opiniones". La mitología nos da una explicación mucho más poética del término, a través de la famosa Historia de la "manzana de la discordia". ¿Qué no conocéis la Historia? Estoy seguro de que la habéis oído en algún momento... 
Los griegos llamaban a la Discordia Eris, una deidad que no caía muy simpática entre los dioses. Por eso, cuando se celebraron las bodas de Peleo y Tetis, la diosa de la Discordia se quedó sin invitación. La afrenta no debió de hacerle mucha gracia y por ello planeó una terrible venganza. Eris dejó en el banquete de bodas una manzana dorada con la inscripción "kallisti", es decir, "para la más bella". Cuando las diosas Hera, Afrodita y Atenea vieron la manzana, las tres se consideraron inmediatamente las destinatarias del presente, al creer cada una de ellas que era más bella que las demás. Zeus, el rey de los Dioses, decidió que debía de ser alguien imparcial quien decidiera cual de las tres diosas era la más bella. Por eso mandó al mensajero de los Dioses, Hermes, que trajera al joven príncipe de Troya, Paris, para que actuara como juez. 
Y empezaron los chantajes... Atenea, diosa de la sabiduría, le prometió al príncipe troyano convertirlo en el hombre más inteligente del mundo si la elegía a ella. Hera, reina de los Dioses, ofreció a Paris todas las riquezas y el poder del mundo si era la escogida. Por último, Afrodita, diosa del amor, le prometió los favores de la mujer más bella del mundo. ¿Qué escogió Paris? ¿Saber, poder o amor? 
El juicio de Paris de Rubens 

Ese momento decisivo lo han sabido captar muchos de los maestros de la pintura a lo largo de la Historia. Quizás haya sido Rubens uno de los que mejor lo ha representado, con ese gesto pensativo del príncipe troyano, que duda a quién entregar la manzana dorada que sostiene el mensajero de los Dioses. Frente a él, Atenea, con su casco y escudo a los pies. Afrodita, acompañada de Cupido y coronada de flores. Hera, con su corona de reina de los Dioses y junto a un pavo real, símbolo de su poder... 
Juicio de Paris. Guillermo Pérez Villalta.
 Incluso los pintores contemporáneos se han atrevido con el tema. Quien me conozca un poco sabrá de mi debilidad por la pintura de Guillermo Pérez Villalta, un artista gaditano que ha sabido contar el mito a través del lenguaje contemporáneo. A primera vista la obra parece un galimatías, pero poco a poco, si lo vamos comparando con el cuadro de Rubens, vamos descubriendo a cada uno de los personajes. A una exuberante Afrodita con tres pechos, a una Atenea tocada con su característico casco, o a una Hera representada por la fruta de la granada (símbolo de fertilidad) o los atributos del pavo real. Frente a ellos Paris, con su gorro frigio y Hermes con el caduceo. Una visión diferente para una de esas historias de toda la vida...
Pero nos queda saber como terminó la Historia. ¿Qué escogió Paris? ¿Sabiduría, poder o amor? ¿A que diosa escogió como la más bella? El príncipe sentenció que Afrodita era la destinataria de la manzana de oro y esta cumplió su promesa. Helena de Troya, la mujer más bella del mundo, se enamoró de Paris. Solo existía un problema: Helena era una mujer casada. Por eso, cuando Paris rapta a Helena y se la lleva a Troya, el marido de Helena, Menelao, decide invadir la ciudad, dando comienzo a la famosa Guerra de Troya. Así, un acontecimiento anecdótico, la disputa por una pequeña manzana de oro, desencadenó el conflicto más grande de la Antigüedad clásica. Y es que, a veces, son cosas insignificantes, que no parecen tener importancia, las que determinan nuestras vidas. Una palabra, un pequeño gesto, un suceso aparentemente baladí, tiene consecuencias inesperadas. También hay ocasiones en las que buscamos de manera inconsciente una manzana a la que atribuir la voluntad de nuestras disputas para excusar de esa manera nuestra intención de guerrear. Y cada vez que esto ocurre Eris, la diosa de la Discordia, rie a carcajadas...

jueves, 19 de julio de 2012

Cosas del Destino

Moiras o Parcas, diosas del Destino
¿Qué me decís? ¿ Creéis en el destino? A veces uno se da cuenta de que para llegar a un determinado punto han tenido que ocurrir muchas cosas. Todo parece un plan trazado al mínimo detalle por algo ajeno a nosotros mismos. Nuestros antepasados griegos y romanos atribuían esa función a tres diosas, las llamadas Moiras o Parcas, verdaderas arquitectas de la vida. Se habla de ellas como tres hermanas que manipulaban el hilo de la vida de una persona. Cloto hilaba la hebra, dándole vida al individuo. Láquesis medía con su vara la longitud del hilo de la vida. Átropos, tijera en mano, cortaba por lo sano el hilo, poniéndole fin a todo. 
¡Qué injusto! ¿no? Si todo está decidido, ¿para qué vivimos? Si nada de lo que hagamos puede cambiar nuestro destino, ¿para qué esforzarse? En mi propia vida he experimentado como un acontecimiento ha influido decisivamente en otro, hasta trazar un camino que me ha llevado a ser la persona que soy. Esto muchas veces me ha llevado a pensar que todo pasó así porque tenía que pasar. Por doloroso que algunas veces fuera... Hay acontecimientos que llevan inexorablemente al final de una etapa.
Excavación en terraza de la Real Sociedad de Tiro
Alonso Hinojos del Pino debió de ser una de estas personas que creía mucho en el destino. Albañil de profesión (algo muy adecuado para un blog de arquitectura como este) la mañana del 30 de septiembre de 1958 se dirigió a la obra en la que trabajaba, en la Real Sociedad del Tiro de Pichón de Camas (Sevilla). Aquella mañana tenían previsto asfaltar la terraza del nuevo edificio que estaban construyendo en el recinto del club, pero al arquitecto que supervisaba la obra no le convencía que una de las ventanas del edificio colindante quedará a la misma altura del suelo de la terraza y dió la orden de excavar 15 cm más. Esos 15 cm cambiaron la Historia de Andalucía. Aquella mañana Alonso encontró el Tesoro del Carambolo, el mayor hallazgo arqueológico vinculado a la cultura tartésica. ¿Casualidad? ¿El destino? Si el arquitecto no hubiera acudido aquella mañana a la obra, si no hubiera decidido rebajar el suelo, el espléndido tesoro del siglo VIII a.C. hubiera desaparecido para siempre bajo un mar de asfalto. ¿Era el destino de Alonso encontrar el tesoro?
Dicen algunos historiadores que el tesoro del Carambolo fue enterrado por alguna sacerdotisa tartésica con la finalidad de esconderlo, de ponerlo a salvo de algún peligro: una guerra, una revuelta, un cambio político traumático....
No sé si las cosas suceden porque tienen que ocurrir de esa manera. Lo que está claro es que ahora toca cambio de ciclo, no sé si será traumático o no, pero será un cambio. No es un cambio decidido por nadie. Ha sido una Moira traviesa la que ha decidido trastocarlo todo separando con su vara de medir dos hilos que hasta ahora estaban muy cerca el uno del otro. De momento toca enterrar el tesoro y ya se verá si más adelante alguien es capaz de encontrarlo y desenterrarlo. Si eso ocurre o no, ya no será decisión mía. Eso será cosa del destino.