lunes, 30 de agosto de 2010

De la Gastronomía sevillana. Especialidad: tapa de queso.

¿De qué se compone un menú sevillano? La coctelera de la ciudad gusta de sabores en contraste... En esta ciudad no existen los términos medios y todo es blanco o negro, dulce o salado, y bien separadito, que ni siquiera se rocen unos ingredientes con otros. El plato estrella de la casa es, sin duda, la tapa de queso, un queso inevitablemente muy muy curado, la mayoría de las veces incluso rancio. Prueba del carácter mimético de la gastronomía sevillana es cómo se cumple el dicho "de lo que se come se cría". Y observamos como la forma triangular de la tapa de queso ha asaltado las patillas de muchos de los consumidores de la urbe. El jamón, sin embargo, es de buena calidad, pero todo el mundo conoce la técnica sevillana de disponerlo sobre un lecho generoso de picos, roscos o colines (como se quieran llamar) para que abulte más y el comensal piense que hay más cantidad. Esa es una de las principales especias que condimentan el menú del día (del día de hoy y del de hace 400 años): las apariencias. No en vano somos una ciudad barroca. Una ciudad en la que ayer y hoy los caballeros y las damas de buen apellido dedican gran parte de su tiempo en mantener a la altura de las circustancias el estatus de la familia. Sevilla es esa ciudad en la que todo lo novedoso se transforma inmediatamente en esa otra palabra que termina en -oso y que solo aqui se convierte automáticamente en sinónimo: sospech-oso. Aqui sigue existiendo la Inquisición, eso si, el Santo Oficio no solo cuenta con prestigiosos inquisidores en la ciudad (en periódicos, en despachos y en iglesias), si no que el número de familiares se extiende a una gran parte de la población que no duda en ser la primera en pronunciar la lapidaria frase: Esto solo pasa en Sevilla. Pero no todo es negativo en este Recetario. Son precisamente esas imperfecciones las que enaltecen a la gastronomía hispalense a las más altas cotas. Sevilla es el mejor de ejemplo de lo que un tal Jung contó hace ya algún tiempo sobre la teoría del insconciente colectivo. Yo soy de los que piensan que todos los individuos recibimos dos tipos de herencia: la individual (la genética, los valores familiares, el carácter que cada año nos recuerda más al de nuestros padres) y la colectiva (aquellos rasgos sociales de los que, queramos o no, participamos). Y Sevilla es una ciudad que marca en lo que se refiere a la herencia colectiva. Una señora de la Calle Feria no lo sabe, pero es barroca cuando pone flores delante del azulejo de la Macarena que adorna su portal. Y un poligonero de los Pajaritos tampoco lo sabe, pero tener un traje colgado en el armario para el domingo de Ramos (sí, aunque sea blanco) lo hace barroco. Jung se sentiría muy orgulloso de su teoría si viera a un sevillano de hoy, sacar pecho hablando de su ciudad en la actualidad como si fuera aquella metrópoli de hace 500 años. Y es que el haber sido la ciudad más importante y poblada del mundo, foco de recepción de las más importantes riquezas de un nuevo contintente, centro de producción artística para toda Europa, aunque eso fuera hace mucho, mucho tiempo, pesa en las personas, que sin saberlo, participan de aquella gloria pasada. Y es que de lo que se come, se cría, y por eso el menú de la casa es tan variado: soberbia y autocrítica, elegancia y vulgaridad, conservadurismo y progresismo... Todos esos ingredientes están dentro de esta maravillosa y única coctelera que se llama... SEVILLA.

viernes, 27 de agosto de 2010

Film Trans-parente

Transparente: que se deja adivinar o vislumbrar sin declararse o manifestarse. Cuerpo a través del cual pueden verse los objetos con claridad.
¿Transparencia u obscuridad? La apariencia nos deja ver lo que hay tras-la-apariencia de una persona, lo que el envoltorio que todos tenemos oculta a los demás, e incluso a nosotros mismos... Seamos sinceros, nunca nos mostramos tal y como somos ante las personas que tenemos a nuestro alrededor. Incluso nuestra madre, que puede ser la persona que mejor nos conozca en el mundo, no conoce todas nuestras facetas. Hay parejas que no llegan a conocerse al 100 % y personas a las que creemos conocer por completo pero nos tienen reservada una sorpresa. No nos comportamos de la misma manera estando con nuestra familia, con nuestros amigos o con nuestra pareja. Ante cada uno de ellos nos recubrimos con un traje diferente, una apariencia eventual, que no por eso nos hace diferentes personas, porque a lo que envuelve es lo mismo: somos nosotros. Podemos decir que nuestra esencia es siempre la misma, aunque adoptamos diferentes apariencias según con quien estemos. No por ello nos traicionamos, simplemente adaptamos pequeñas cosas al entorno en el que nos movemos. ¿Instinto de supervivencia?
La pregunta es: ¿es bueno despojarse de ese traje? Volverse transparente... ¿ante quién? La sociedad valora la transparencia en una persona. Siempre se ha dicho que las personas complicadas, enrevesadas y con doble fondo no eran de fiar. Transparencia se ha asimilado con bondad. Y cuando hablamos de una persona simple, afable y bonachona tendemos a decir: "es lo que ves, no oculta nada más". Pero la simpleza a veces viene unida a la estupidez... Y también a veces ser transparente es sinónimo de ser invisible, que nadie te vea porque no esperan descubrir nada nuevo en ti.

A todos nos gusta el misterio. Una persona que no se muestra a pecho descubierto desde el primer minuto si no que va haciéndose el interesante y desprendiendo información con cuentagotas acaba fascinandonoos. Es como picar un anzuelo y querer saber cada día un poquito más. No nos gusta que nos pongan las cosas fáciles. También es verdad que si una vez que cae el traje, si quiera la primera capa, si la esencia que envuelve no es interesante, el mito cae rápidamente. Pero todos nos creamos ante otras personas una apariencia con la que ocultamos nuestra trans-apariencia, digo... ¡transparencia!
Soy consciente de que este blog me hace más transparente, que hace caer alguno de los velos de mi misterio, que para algunas personas no es tal, porque en el fondo no dejo de ser alguien bastante transparente, aunque no simple. Soy tremendamente complejo, ni yo mismo he llegado a entenderme del todo. Solo espero que el volverme menos misterioso y más transparente no me vuelva invisible. Quizás mostrarse desnudo ante el mundo no sea tan malo. Confío en que todo lo que oculta ese traje de apariencia, que la esencia de mi mismo sea tan buena que no os importe todo lo demás.

lunes, 23 de agosto de 2010

Dime con quién andas...


¿Definen a una persona sus compañías? ¿Alguien con malas compañías es una mala persona? ¿Se puede ser un auténtico hijo de puta y tener buenos amigos? La amistad es de las poquitas cosas que en esta vida podemos elegir. La familia, al igual que otras muchas cosas, sigue el caprichoso mandato de la genética. Pero los amigos son nuestra gran decisión vital. Ya desde pequeñitos al escoger nuestra compañía en los juegos infantiles no sabemos que estamos afrontando uno de los momentos más importantes de nuestra vida: la elección de nuestros amigos. En ese instante no eres consciente de ello, pero a medida que pasan los años te das cuenta de lo compleja que es esa decisión. Estas últimas semanas observando a mis sobrinos pequeños me ha venido a la mente lo facil que era hacer amigos cuando uno era un niño... Bastaba con plantarte en "modo observante" en un discreto lateral del parque o de la playa y siempre había alguien que dirigía su mirada hacia ti y te hacía la pregunta mágica: ¿quieres jugar con nosotros? A los cinco minutos ya erais inseparables, aunque un minuto después podíais tiraros los trastos a la cabeza... Probablemente no volverías a ver esos niños nunca pero durante unos minutos habían compartido contigo algo muy especial: ¿amistad? Pasados los años el proceso se vuelve un poco más complejo. A los hechos me remito... Puede pasar un verano entero viendo a las mismas personas cada fin de semana, que ellos sepan todo sobre tu vida y tú sobre las suyas, pero no dirigiros la palabra. ¿Os suena esa historia, chicos? Y es porque cuando nos hacemos mayores nos volvemos un poco más gilipollas, nos asaltan pudores absurdos y perdemos la inocencia de la infancia. Pero bueno, aunque el proceso sea algo más complejo una vez te haces adulto, al final, no sabes como, estás rodeado de amigos. Ahora bien, la pregunta es ¿elegimos a nuestros amigos con libertad o lo hacemos obligados por las circustancias? Imagino que la respuesta a esto es un fifty fifty... Hay personas con las que conectas mucho pero el propio devenir de la vida te hace perder el contacto y, por comodidad, más bien por vagancia,quedan atrás en el camino... E imagino que también hay otras personas que en un momento circustancial se convierten en tus amigos por compartir algo eventual, por coincidir en determinadas circustancias. Porque ser amigos es eso, compartir algo. Y cuando compartes poco importa la diferencia de edad, la distinta ideología política o un modo de vida que poco se parece al tuyo. ¿Es importante compartirlo todo? Aqui encontramos otra diferencia (afotunada) con la infancia... Cuando eres niño tienes a tu "amigo-clon" también conocido como "amigo-lapa" (este fenómeno es especialmente recurrente en el género femenino) con el que compartes absolutamente todo: tiempo, aficiones, ropa... Hay adultos que perpetuan este modelo de amistad hasta edades insanas. Pero aqui está una de las ventajas (hay poquitas, pero las hay) del maravilloso mundo de los adultos: NO TIENES QUE SER UNA FOTOCOPIA DE TUS AMIGOS. Existe una cosa, llamada personalidad, que para fortuna de todos, se desarrolla de manera distinta en cada adulto. De hecho, llega un momento en en el que te preguntas que era lo que te unía a ese amigo que con tu edad ya es padre mientras que tú en la labor de cuidar a un ser vivo aun no has traspasado la barrera de mantener a una planta viva... También puedes tener amigos que te miran raro cuando les dices que tu recuerdas perfectamente cuando solo había dos cadenas de televisión y a los que les sacas unos cuantos años... ¿Cual de los dos es mi sitio? Probablemente ninguno de los dos, aunque me sienta agusto en ambos. El caso es que ambos son mis amigos porque comparto algo con ellos, no todo. Esa pequeña parcela que compartimos nos hace felices a los dos y por eso hemos firmado un contrato invisible, temporal o indefinido, eso nunca se sabe, sin ánimo de lucro por ambas partes y que solo nos reporta un beneficio: hacernos mejores personas. Porque la amistad solo tiene ese condicionante, que te ayude a ser cada día un poco mejor. Si no lo hace estamos hablando de otra cosa, eso no es amistad.