
611 años más tarde, la ciudad repite el mismo debate. La línea del tiempo tiene poco de rectilínea y se convierte en una suave curva que, sin darnos cuenta, nos lleva al mismo punto de donde salimos, una y otra vez.
Al igual que aquellos maestros de obras franceses, alsacianos y bávaros; el arquitecto alemán Jurgen Mayer, se ha atrevido a traer a nuestra eterna Híspalis una manera de construir desconocida hasta el momento. El gótico en el que se comenzó a levantar el templo metropolitano allá por 1400 era tan ajeno a nuestro país como la escultura-arquitectura de la plaza de la Encarnación. Sevilla, sin embargo, se cubrió con ese maquillaje que tanto le gusta usar y hoy nos parece que no hay nada más sevillano que un arco ojival.
¿Madera? ¿Cuándo se ha visto un edificio de madera en la capital de Andalucía? Eso mismo debieron de pensar nuestros tatarabuelos cuando vieron llegar las piedras traídas desde El Puerto de Santa María a una ciudad acostumbrada a construir en ladrillo.
Pero una vez más Sevilla se reinventa a si misma. Y para hacerlo, la ciudad debe dejar de oir por un momento las críticas de los sevillanos, que poco después se transformarán en halagos. No en vano, Sevilla siempre ha asumido los cambios más importantes de su Historia dejando de lado a los propios sevillanos. Cuando cambió de religión, lo hizo en soledad. Necesitó dos días de conversión. "¡Oh! Maravilla,Sevilla sin sevillanos" Los musulmanes abandonaron la ciudad y no fue hasta dos días después cuando Fernando III entró en ella acompañado de los castellanos. La Isbilyya musulmana se convirtió en la "Sevilla de María Santísima".
¿En qué nos transformará ahora Metropol Parasol? ¿Seremos algo diferente después de su inauguración? Está claro que no. Sevilla seguirá siendo la misma: "Roma triunfante en ánimo y grandeza" como dijo Cervantes. La extraña forma de Metropol asombrará a foráneos y propios. Y esa vieja dama que es Sevilla, orgullosa, volverá a sonreir sabiéndose vencedora. Su poder, una vez más, transformará la línea recta del tiempo en una curva suave. Su sonrisa, lejos de ser vertical, tendrá la sinuosa forma de un arco ojival o de una bóveda de Metropol.