viernes, 14 de enero de 2011

Sevilla, la ciudad sobre palos

Todo buen arquitecto, incluso los de interiores, sabe que un edificio necesita unos buenos cimientos. Los cimientos de la Giralda, una torre de más de 90 metros, no llegan a los 9 metros de profundidad y para su elaboración de utilizaron los materiales de la Sevilla romana. Eso nos da una idea fidedigna de la personalidad de esta urbe.
"Sobre palos". De ahi viene el nombre de mi ciudad. La chauvinista mente de un sevillano puede imaginar el pasado glorioso de una gran urbe romana, una Híspalis pulcra y monumental, llena de mármoles y grandes templos. Pero ese papel estaba reservado a la vecina Itálica, cuna de emperadores. Nuestra Sevilla probablemente sería  una laguna hedionda, levantada en el lugar dónde hacía poco estaba el mar,  alzada sobre palos. Una Venecia de la Edad Antigua sobre el lago ligustino. His-palis, sobre palos. De ahi viene su nombre... Tampoco la llegada de los musulmanes nos trajo en un primer momento la grandeza de la capitalidad. La que ejercía como tal durante el califato era nuestra hermana Córdoba. Isbilyya era por entonces una ciudad comercialmente importante pero estaba eclipsada por la gran Córdoba, que por entonces era una de las grandes metrópolis mundiales. La gloria, sevillanos, nos llegó en barco a través del Guadalquivir. Una nueva dinastía procedente del norte de África viene a gobernar estas tierras de Al-andalus. Querían una comunicación directa entre este vergel de Andalucía y su capital africana, Marrakech. Las estrecheces del río arriba no permitían llegar a los barcos hasta la Córdoba califal, pero si hasta la comercial Sevilla. Por este motivo los almohades eligen a Isbilyya. La capital europea de su imperio a ambos lados del estrecho. La ciudad gemela de Marrakech, con edificios paralelos, con torres hermanas como la Giralda y la Kutubiyya.
Muchos siglos después, coronando ya aquella Giralda musulmana un símbolo cristiano, a Sevilla le llevaron nuevas glorias a través de su río. La ciudad, con sus más de cien mil habitantes a principios del siglo XVI, se convierte en la Nueva York de su época. Comerciantes de medio mundo, príncipes, eclesiásticos, aventureros, pintores, escultores y escritores se dan cita en una ciudad que se convierte en la capital cultural y económica del mundo. Ya nadie recuerda la época en la que la ciudad se levantaba sobre palos, aquella en la que era una laguna hedionda.
Y eso es lo que nos pasa en la actualidad. La mente del sevillano se ha quedado parada en aquel momento de glorias pasadas. No quiere reconocer sus orígenes humildes, como un nuevo rico que borra su pasado. Vive de las apariencias. Las eternas apariencias de esta ciudad están basadas en la fachada, en lo superfluo, en el escaparate. Quizás nos vendría bien asumir nuestras modestas raíces para así, con la seguridad que da el autoconocimiento, construir un futuro fuerte. Porque los cimientos que se asientan sobre la ficción, los castillos en el aire, no nos llevarán a ninguna parte, son fortalezas de naipes. Asentemos muy bien nuestra cimentación, afirmemos muy bien los palos sobre la laguna y a partir de ellos construyamos una Sevilla mejor, para nosotros, para el mundo.
Y de regalo os dejo un vídeo de una definición de qué es Hispalis, Isbilyya, Sevilla... Sevilla es un sentimiento.

3 comentarios:

  1. La canción es horrible xD y no hubiera estado mal que hubiesen enfocado un poco más. aunque imagino que está hecho a posta para que quede más etéreo y por tanto sentimental.
    Todos los que no somos de Sevilla pensamos eso, que sobran muchos aires, pero es estupendo ver gente que es más consciente de lo que hay detrás de todo.

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  2. me gusta mucho la parte del vídeo en la que alguien escribe "Sevilla es mi nueva facultad". Refleja muy bien a todos los que sin ser de Sevilla habéis sido acogidos en ella para estudiar y la sentís, aunque solo sea un poquito, vuestra patria chica.

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  3. Vaya, qué buena la reflexión Adri. Precisamente hoy me he reafirmado en lo poco que comparto con las personas que no son humildes, que tienen tan buena imagen de sí mismos que no se cuestionan si los demás la tenemos de ellos, todo fachada.

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