domingo, 20 de junio de 2010

vida y muerte (y II)


Cuando escribo Vida y Muerte II es porque hubo un desafortunado Vida y Muerte I... Una entrada que ha sido mejor borrar porque la muerte en ese sentido es igual que la vida. Cuando la contemplas desde el momento inmediato es confusa y liosa. Necesitamos dar un paso atrás y coger perspectiva para poder comprenderlo todo y asumirlo desde la serenidad. Es un lugar común que he oido en boca de muchas personas diferentes el decir que los días de funeral son como un sueño, una mala pesadilla en la que no somos conscientes de lo que pasa alrededor. Estás ahi, como un muñeco de trapo, recibiendo besos y abrazos, escuchando cientos de veces la misma frase de condolencia y sin enterarte mucho de lo que está ocurriendo. Es cuando te reincorporas a tu vida cotidiana, al día a día, cuando notas la falta, la enorme carencia, el inmenso hueco que deja la persona que se ha ido. Y es que los lugares comunes son eso, experiencias vividas por muchas personas y que te llevan a reconocerte individualmente en lo que le ha pasado a todo un universo. Pero la vida sigue, el dolor está ahi y de repente te acuerdas de él, piensas en él durante un segundo y te sientes mal por una risa, por un momento de frivolidad. Nos sentimos mal por sentirnos vivos. Porque la muerte es tan cruel que no solo te arrebata a lo que quieres si no que además te hace sentirte mal por no haber participado de ella. Es irracional, pero asi lo sentimos. ¿Qué nos da más miedo la muerte o la enfermedad? Siempre he tenido clara la respuesta de esa pregunta. Creo que la muerte no me da miedo. Mi muerte no me da miedo. Tengo miedo de como mi muerte pueda afectar a las personas que quiero, a todo lo que dejo aqui. Pero no tengo miedo a morirme. Sin embargo, la enfermedad, el dolor si me provoca un inmenso rechazo. He vivido demasiado de cerca la enfermedad en mi familia. Mi primera experiencia de ese tipo fue muy joven, en plena adolescencia, y creo que ha influido mucho en cómo me enfrento desde ese momento a ella. Cuando yo tenía 17 años mi abuela materna, una mujer de carácter fuerte y personalidad arrolladora, se fue yendo poco a poco con un cáncer arrastrado de años, sufrido por toda la familia y en especial por mi madre. El dolor de la enfermedad no solo le afectó a ella si no que cuajó en toda la familia que decidió repartir la penosa tarea de cuidarla entre todos sus miembros. En especial queríamos darle pequeños respiros a mi madre, que cargaba sobre sus hombros una tarea demasiado grande para una sola persona. En esa carga para toda la familia yo a pesar de mi edad asumí una parte del peso que creo que me ha marcado desde entonces en mi manera de ver la enfermedad. Con 17 años pasé algunas noches solo en una sala de espera del Hospital (recuerdo haber leido El Viejo y el Mar en una de esas noches) o renunciar a salir con mis amigos para quedarme al cuidado de mi abuela. Todos asumíamos esa carga gustosos por darle un respiro a mi madre, agotada y sobrepasada por la enfermedad de mi abuela. Y la muerte llegó... No recuerdo absolutamente nada de esos días, ni de la última vez que vi a mi abuela. Mi mente a bloqueado ese recuerdo y son incapaz de recordar. Creo que esa experiencia ha marcado mi vida. Me hizo afrontar los 18 con una madurez más grande que la de los chicos de mi edad. También me hizo crearme una coraza que marcó mi relación con mi otra abuela. Parecía que no quería llevarme el desengaño de la muerte de otra persona tan cercana. Pero la muerte está siempre ahi y es inútil rechazarla. En el momento de la muerte mantengo una serenidad extraña. Recuerdo que mi reacción a la muerte de mi abuela fue preparar tranquilamente una tila a mi madre. Pero cuando se trata de cuidar a un enfermo, parace que aquella experiencia me marcó y me bloqueo. Me refugio en las otras cosas que tengo que hacer y en decir que no tengo tiempo. Me vuelvo egoista e insolidario. Y después de la muerte vienen los remordimientos... La muerte es asi de cruel, la enfermedad es asi de irracional... Y es que para contemplar la vida y la muerte se necesita perspectiva... Ahora, diez años después, veo claramente como ha afectado a mi vida la muerte de mi abuela pocos días antes de cumplir los 18. A pocas semanas de cumplir los 28 la muerte me ha tocado otra vez, muy de cerca, demasiado. Ahora son incapaz de medir sus consecuencias, necesitaremos perspectiva para asumir todo esto, para ver como este nuevo golpe afecta a nuestra vida.

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